domingo, 12 de julio de 2009

EN LA CASA DE LA EMBAJADA, EN ESPAÑA, RONDA UN FANTASMA.

Revista Jet Set.

Hace pocos días, el embajador de Colombia en España, Carlos Rodado Noriega, vivió una experiencia muy curiosa en la residencia de la Embajada. “Cuando iba de camino al baño, ví cómo se prendía la luz. Pensé que mi esposa la había encendido, que estaba allí y le dije: “hola, mi amor”, pero nada respondió; la llamé nuevamente y nada; bajé un piso, y me la encontré en la planta baja; relaté lo que me había pasado, ella me contestó que no había prendido ninguna luz, y fue entonces cuando nos contaron el cuento del supuesto fantasma que hay en esta casa”, le dijo a JET-SET desde Madrid.

¿Fantasma?, Sí, claro. Y la historia es viejísima. Carlos Rodado, que llegó a la capital española el 14 de mayo y que una semana después presentó credenciales ante el rey Juan Carlos, no es el primer embajador que se sorprende con las cosas raras que allí ocurren, desde hace más de medio siglo, un palacete del siglo XIX, donde dicen que por las noches ha aparecido una misteriosa mujer de pelo largo, se ha oído extraños golpes en las escaleras y se han descolgado algunos cuadros de la sala, como por arte de magia.

Noemí Sanín, la antecesora de Rodado, escuchó versiones semejantes. Una mañana, una muy respetable señora colombiana, agnóstica para más señas, y que se alojaba en la casa, a la hora del desayuno le preguntó quién era la mujer de pelo largo que también era huésped de la Embajada a la que había visto caminar rumbo al baño, a la una y media de la madrugada. Noemí, asombrada, le respondió que eso era imposible, por una razón sencillísima: no había más huéspedes en la residencia. Los que estaban allí quedaron boquiabiertos.

En otra ocasión, también en tiempos de Noemí, pasó algo inusual. “Un día vimos que se había caído al piso, uno de los cuadros que habíamos colgado en la sala. Fuimos a ver, y la puntilla no se había zafado, sino que se había roto. Lo curioso es que podía resistir un peso hasta de 150 kilos y la pintura no pesaba más de 40”, le dijo a JET-SET el administrador de la residencia, Jesús Clavijo, Chucho, como se le conoce, quien lleva 28 años en el cargo y es considerado como una auténtica institución de la Embajada.

Otros cuadros han sufrido igual suerte. “Cuando era embajador el doctor Ramiro Andrade Terán, compró dos cuadros del famoso pintor catalán Antoni Tápies, uno para él y el otro para la Embajada. Lo raro fue, que al día siguiente de haberlos colgado, ser vinieron abajo”, recuerda Chucho, que cuenta además cómo el embajador, Alfonso Dávila Ortiz bajó temprano un día a preguntar por qué alguien abría las llaves de los lavamanos y tiraba de la cadena de los inodoros, si en los baños no había nadie.

No sólo un buen número de embajadores, que por supuesto no tienen por qué inventar este tipo de historias, han sido testigos de estos episodios supuestamente sobrenaturales o del más allá. “El ex presidente Carlos Lleras Restrepo, que se alojó en esta casa en 1981, vivió algo similar”, dice Chucho. “Una mañana me preguntó si teníamos un sistema automático para prender las luces; lo contesté que no, y fue entonces cuando me aseguró que durante la noche le habían encendido cuatro veces la lámpara que estaba al lado de la cama”.

Pero, ¿cuál es el origen del presunto fantasma que ronda esa fantástica casona de ladrillo de tres pisos, situada en la esquina del Paseo del General Martínez Campos y la calle de Fortuna, a pocos pasos del Paseo de la Castellana y en uno de los barrios más elegantes de Madrid?. ¿De dónde surgió esa leyenda que rodea al palacete adquirido por el Gobierno colombiano a finales de los años 50, cuando era embajador Gilberto Alzate Avendaño y por el que se pagaron seis millones y medio de pesetas de aquel entonces?.

Hay dos versiones: la primera es que se trata del alma en pena de doña María Luisa Maldonado y Salabert, dignísima y acaudalada marquesa de Torneros, fallecida en Madrid el 11 de mayo de 1937. Según esa teoría, doña María Luisa, que fue dueña de este palacete, aunque no residió en él por mucho tiempo, se deja sentir con frecuencia para manifestar su descontento porque sus herederos (un par de sobrinas y un pariente sacerdote que le vendió la casa a Alzate) no acataron los términos de su testamento, en el que dispuso parte de su fortuna para que construyeran una iglesia en Madrid.

La otra versión sostiene que a mediados de los años 40 hubo un crimen pasional en la residencia: el dueño de casa regresó por sorpresa y encontró a su mujer, en la cama, con otro hombre; mató a los dos, y arrastró, peldaño a peldaño los cadáveres hasta abajo, lo cual explicaría los ruidos que a veces se escuchan en las escaleras.

Aunque no dudan de las versiones de sus colegas, otros embajadores no han visto, ni sentido nada. Cuando ocupó esa misión diplomática, y enterado del cuento del fantasma, Belisario Betancur Solía sentarse en pijama, en la enorme sala del palacete y ante un inmenso cuadro del pintor colonial Vásquez Ceballos, a esperar el fantasma. ¿Para qué?, así se lo indicó el ex presidente a JET-SET: “Porque pensaba decirle la frase que me enseñó mi madre para estos casos, “en nombre de Dios Todopoderoso, dígame qué desea”, y pensaba rezarle, tal como ella también me indicó, diez padrenuestros y diez avemarías, con lo cual, según la tesis de mi madre, se habría vuelto amigo mío; pero el fantasma nunca apareció”.

¿Quién ocupará esa embajada una vez se retire Rodado?, por supuesto, nadie sabe. Candidatos hay muchos, pero es bueno que tengan muy en cuenta una característica con la cual podrían vivir mucho más tranquilos en Madrid; que estén curados de espantos.

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